miércoles, 13 de enero de 2010

By the bluest of seas (Boris Barnet, URSS - 1936)




Una película que desde los primeros instantes te muestra con una fuerza poética, imágenes de la fascinación y poder sobrenatural que tiene el mar no puede ser mala.
Construida en base a digresiones en la continuidad del hilo narrativo, y un montaje prodigioso con abundantes primeros planos como se oscilaba hacer en los albores del cine soviético, esta joya semidesconocida es la prueba fehaciente de la enorme capacidad plástica en las imágenes que ayudaban a interiorizar sensaciones casi celestiales al pleno contacto de la mirada.




Anticipando la nouvelle vague, la película narra un amor a tres bandas, pero un amor basado en la espontaneidad de sus personajes que parece que hubieran sido captados por la cámara sin previo aviso. Hay mucho de innovador en la técnica y también por lo híbrido que representa aunar varios conceptos relacionados con la vitalidad y la cinética del desplazamiento de los cuerpos y los gestos. La película es de escasa duración y acopla muy bien varios elementos representativos del cine como espectáculo sensorial, la suave brisa que irrumpe trayendo consigo sentimientos encontrados de tristeza y alegría se apodera tanto de los espectadores como de los personajes.


No hay lecciones morales que resaltar, ni enfáticos discursos sobre temas ajenos sin importancia, sólo está el mar, los personajes y nosotros, y entre todos se teje una conexión que escapa a raciocinios pormenorizados, sólo es un constante fluir de sensaciones, algo que está más allá de nuestro entendimiento como seres pensantes, el arte en sí como ente abstracto no tiene explicación alguna, es un maremagno de pulsos acelerados viajando sin rumbo por nuestro cuerpo, despertando de nuestro letargo a aquello que une nuestro cuerpo con el alma.


Y esta película es vida en sí misma, en cada mirada de la bella rubia debilidad que pone en jaque a nuestros dos carismáticos personajes, en cada situación de enamoramiento y desenamoramiento, en cada ola que atraviesa los bordes limitados de nuestra pantalla pero ilimitados de nuestra imaginación, en cada tempestad marítima, en cada puesta del sol, en cada volar de una gaviota y en la suave voz melodiosa de nuestra bella protagonista al entonar una canción que anticipa un acontecimiento, un aprendizaje sobre la fidelidad a un amor ausente, a las ilusiones inquebrantables que despertaron personas que el destino aparto de nosotros y sobre el continuo advenimiento de nuevas experiencias y aventuras en cada puerto que nos toca encallar en nuestro paso por la vida.


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