lunes, 28 de septiembre de 2009

Hombres errantes (Nicholas Ray, EEUU-1952)


Jeff no pide compasión, él sabe que se desvió de su camino, que la vida le deparó un recorrido de festejos y amarguras, quizá los primeros ocultaban el impacto de los segundos, que se fueron haciendo más evidentes con el pasar del tiempo. En el rodeo, acarició la gloria como también tuvo que tragar derrotas, y éstas iban a la par, reflejadas en el espejo de su vida personal. Partió de su hogar con una meta y las ideas claras pero encontró en el rodeo su verdadero hogar, y vivió; sus momentos de gloria efímera rodeado de desheredados como él, que habían perdido el rumbo a casa imbuidos por los sueños de grandeza que les ofrecía aquel coqueteo diario con la muerte, quizá para sentirse vivos, o tal vez; para saber que al domar a aquellas bestias, se domaban a sí mismos y tenían las riendas de su destino. Pero el tiempo no perdona, discurre inexorablemente llevándose consigo, como caudal de un río; una parte de nosotros, y casi sin darnos cuenta; sin avisarnos, ni aconsejarnos, nos arranca de un tajo, trozos de realidad vivida que se perderán para siempre en los borrosos laberintos de nuestra frágil memoria.


Todo el pesimismo desesperanzado y romántico que brotaba de la obra de Ray, se aprecia también en este doloroso encuentro con nuestro destino y el paso del tiempo.
Jeff fue el mejor en el cuadrilátero de ese deporte sangriento, porque tenía los límites marcados, entrenaba por anticipado para ello, pero fuera de aquello, se perdía, no tenía nada preparado, ni nadie a su lado para guiarle por su errante camino.
Es por eso que al verse reflejado así mismo, en sus inicios, en aquel pupilo entusiasta; ve la posibilidad de saldar cuentas con su pasado, y rehacer su andar desde aquel punto perdido en su memoria, donde le falló la brújula que lo conducía de retorno a casa. Pero ahora sí contando con ese algo que no había tenido hasta ahora, que le permitiría aferrarse a nuevas ilusiones, a nuevas luchas por sentirse vivo, pero esta vez en el cuadrilátero de la vida, ese algo llamado amor.


Pero Jeff ya tuvo sus oportunidades, éstas le pertenecen a otros; no es su vida la que transcurre en este pedazo de tiempo, es la de aquella pareja, que al igual que él, tiene sueños y esperanzas puestas en el futuro; aquel futuro que para Jeff es ahora un doloroso presente.
Errantes sin rumbo fijo, aquel trío emprende su búsqueda del hogar, donde asentarse y encontrar la paz definitiva de sus largas andaduras por agrestes caminos. En los tríos siempre sobra uno, y Jeff al ser el último en unirse tendrá que intercambiar roles con su pupilo, apoderarse de su vida para salvar la suya; entregarle las llaves de su casa, el rodeo; para que él, a su vez; le otorge las llaves de su felicidad, y cobijado entre lo brazos del amor retornar a casa despertando de aquel mal sueño.


Es la esperanza algo con lo que vivimos, incluso cuando no nos dan motivo para ello, como dice Jeff en una parte del film; pues antes de que nuestras esperanzas se conviertan en nuevas frustraciones, o en gritos desesperados nunca escuchados; podemos otorgar la oportunidad que nunca tuvimos, a aquellos errantes en los que por un lado, nos vemos reflejados y por otro vemos la oportunidad que hubiera podido cambiar nuestro destino. Es por amor y por salvarse a sí mismo (en la figura de su pupilo) que Jeff decide sacrificarse y liberarse de ese tormento sin rumbo hacia la nada. Él por fin podrá encontrar reposo y la paz que anhelaba en su único hogar, el rodeo; haciendo lo que mejor sabía hacer en la vida, y lo que le otorgó sus mayores alegrías y también sus mayores decepciones; y por otro lado; acompañará a la puerta de salida de su casa; a aquella pareja errante como él, que también encontrará tranquilidad en sus vidas, lejos de aquellos voraces cuadriláteros manchados de sangre, huesos y sueños rotos; y emprenderá el recorrido a casa, curiosamente aquella casa de la que Jeff partió hace muchos años atrás con todas las ilusiones y sueños a cuestas, y a la que nunca pudo regresar por perder la brújula en el camino.


Y Ray hace brotar de la lírica de su pesimismo , el más bello poema de la soledad de nuestro destino al salir de casa.

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