miércoles, 13 de enero de 2010

Sólo los ángeles tienen alas (Howard Hawks, EEUU - 1939)


Admirado mundialmente, el justamente revalorizado todoterreno Howard Hawks, incursionó y se desenvolvió como pez en el agua en cuanto género tocó con su varita mágica, aquella que le permitía dotar a sus personajes de una electrizante personalidad, capaz de desequilibrar cada situación con un simple juego de palabras y movimientos; y de jugar con el espectador siendo éste un cómplice activo, porque en las películas de Hawks siempre hay que estar atentos a cada ocurrencia que pueden hacer estallar sin querer, una estela de pequeñas bombas de tiempo, cada cual irá mostrando el accidentado camino rumbo hacia el desbando total de sus personajes que pareciera tomarán las riendas de sus acciones en sus películas.


Pero en “Sólo los ángeles tiene alas”, existe un cierto malestar que acompaña a sus personajes vitalistas y es el convivir con el peligro día a día, sin saber que pasará el día de mañana ni cuestionarse sobre eso. Los pilotos que sobrevuelan constantemente sobre las cordilleras andinas cantan sus penas y sus alegrías con un brillo sobre los ojos producto de la pasión que los desborda hacia volar, lo cual no se equipara a ninguna otra actividad de índole material como espiritual. El amor a los aires es lo que ciega su mundo reducido al presente, sin tomar en consideración experiencias pasadas ni anhelos futuros. Es por eso que la mujer que irrumpe en sus vidas, sabe que la cruz que tendrá que soportar sobre sus espaldas será enorme.


Cary Grant representa en carne y hueso, todos los principios de estos temerarios de los cielos, es una persona que más allá de parecer superficial y egoísta sabe perfectamente su situación de soledad a pesar de estar rodeado de apasionados como él, y no se arriesga a pensar en ello, trata de tomarlo a la ligera pues no ve la posibilidad de confrontar su amor por los aires con el de una mujer. Su elección está hecha y no hay nada que lo haga cambiar de parecer, ni siquiera la presencia turbadora de una rubia que se encuentra deslocalizada en aquella maraña de fierros y vegetación.


Jean Arthur desempeña también superlativamente su personaje, acostumbrada a ser la chica despistada de las comedias caprianas, da rienda suelta a su vena cómica y se muestra especialmente sensible cuando las escenas lo ameritan, siendo la perfecta compañera que sacará de sus casillas en más de una ocasión al muy seguro de sí mismo Cary Grant. Pero sí algo destaca en esta estupenda película es el compromiso que asumen con total responsabilidad, estos héroes anónimos al firmar un pacto con la muerte y tener la valentía de desafiarla en cada duelo aéreo, sin fantasmas del pasado como podrían ser los compañeros caídos en cumplimiento del deber sino con la pasión de un artista en contacto con su obra de arte, inspirado a surcar aquello para lo que no fuimos creados, que sólo es placer de los dioses. Y para cerrar con broche de oro, Hawks otorga una de las escenas más insólitas, por su duplicidad al mostrar un “happy end” con cierto aire a conformismo sobre la fatalidad del destino.

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